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La vida de un nómada

Atila Madrona, más conocido como Chino, es un aventurero con un carisma especial. Durante 10 meses ha recorrido Nueva Zelanda en bicicleta y su tabla de surf en busca de nuevas experiencias y emociones fuertes. Sin embargo, ha encontrado mucho más. A continuación, 7 preguntas y 7 respuestas que valoran su paso por Nueva Zelanda.

“Para mi, lo bonito de los sitios son las sensaciones que a uno le transmiten, bien viendo la Giralda en Sevilla o bien en un pueblo de Albacete. Creo que el sitio en sí da un poco igual; para mi lo verdaderamente importante es cómo llegar hasta allí”.

Entre todos los países del mundo, ¿por qué Nueva Zelanda?


No sé, la verdad es que no lo pensé mucho. Un amigo del trabajo con el que solía montar en bici me preguntó que si conocía Nueva Zelanda y que quizá sería guay para montar en bici. Estuve leyendo un poco y vi que tenía buenas olas, poca gente, era muy rural, no hacía demasiado frío y era lo más lejos que podía irme. Según el perímetro que decía Wikipedia, mi amigo y yo calculamos que en diez meses daba tiempo a recorrerlo en bicicleta. Y así me decidí. Lo cuadré en relación a las estaciones del año. Para estar en invierno en la parte más cálida del país (el norte) y en verano en la parte más fría (sur). Está muy cerca de la Antártida, por eso en verano se está más o menos bien pero en invierno pega unas nevadas que alucinas. Menos mal que yo en esos momentos estaba en la punta más norte del país.

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¿Qué peso cargabas diariamente?


Aproximadamente, todo en conjunto, creo que unos 65 kilos. La bici en sí, con el equipaje que yo llevaba, no pesa mucho pero al llevar la tabla de surf, su carrito para transportarla, el equipo para grabarme cuando entraba al agua, traje de neopreno y cosas de esas pues al final sí que pesaba todo un poco. Pero daba igual; yo no concebía un viaje así, recorriendo el perímetro de una isla sin llevar la tabla de surf. Hubiera sido una tortura mirar al mar y no poder entrar con la tabla. Me acostumbré a ir muy despacito con la bici y ya está. Al principio me agobiaba tener que ir tan despacio, pero en fin, luego me acostumbré.

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Nueva Zelanda es un país donde la naturaleza está presente en todas 
partes, ¿qué sitio nos recomendarías si quisiéramos perdernos por unos 
días?


Mi recomendación es precisamente esa; perderse. Para mi, lo bonito de los sitios son las sensaciones que a uno le transmiten. Bien viendo la Giralda en Sevilla o en un pueblo de Albacete. Creo que el sitio en sí da un poco igual; para mi lo verdaderamente importante es cómo llegar hasta allí. Además, cualquier rincón puede parecerte el lugar más bonito del mundo si ese momento lo compartes con alguien especial, contigo mismo o con el universo, porque algo ha hecho que llegues hasta allí. Lo siento, soy un poco malo dando recomendaciones para viajar (risas).

¿Qué tal con los locales?, ¿te has relacionado mucho con ellos?

Mucho no, muchísimo. Echo mucho de menos a los kiwis ahora mismo. He aprendido mucho con ellos. Cuando volví a Dunedin (la ciudad en la que empecé mi aventura) después de 10 meses, los del periódico local se enteraron y me hicieron una entrevista. Me preguntaron qué había sido lo mejor del viaje y les dije, sin ninguna duda, que ellos, los kiwis. Me han tratado muy amablemente, me han abierto las puertas siempre y son gente encantadora, muy auténtica y natural que siempre tienen algo bonito que decir a todo el mundo.
El hecho de ir en la bici y con la tabla llamaba mucho la atención de la gente y siempre se paraban a hablar conmigo. Ellos valoran mucho que desde tan lejos alguien haya venido a recorrer su país de esa manera. Aunque mi intención era dormir siempre en la tienda de campaña, al final acababa siempre viviendo en familias o con los primos de las familias o incluso con los amigos de los primos. ¡Había veces que incluso me llamaban por teléfono antes de llegar a un sitio porque ya sabían que iba a llegar ! No siempre era así, claro; otras veces estaba más solo que la una (risas) y me tocaba hablar solo mientras se hervía un huevo duro en invierno, y me iba a acostar a las seis de la tarde.

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Después de 10 meses viajando con tu bici, estamos seguros que te 
habrán pasado multitud de historias curiosas. Cuéntanos la anécdota que 
recuerdes con más cariño.

Hay muchas historias que recuerdo con mucho cariño, la verdad. No sé, para mi el final del viaje fue épico. Un chaval llamado Johnny se cruzó conmigo mientras yo me asomaba a la playa a ver si había olas en un día lluvioso. Era mi último día de viaje antes de llegar a Dunedin después de diez meses. Johnny y yo, por casualidades de la vida supongo, nos hicimos íntimos, metió mi bici en su furgo, me llevó a surfear y luego a cenar a su casa con su familia. Finalmente, me quedé a dormir allí. Al día siguiente, me despertó diciendo que le encantaba lo que yo estaba haciendo en su país y me preguntó si podía hacer conmigo la última etapa de mi viaje. Le dije que sí claro, que para mí sería la mejor forma de acabar. Pasamos un frío horrible de verdad y llovió muchísimo ese día. Pero conseguimos llegar. Y cuando llegamos, la gente que conocí cuando llegué a Dunedin hacía diez meses me estaban esperando y nos fuimos de fiesta ese día. Fue muy emocionante. Al día siguiente, Johnny me trajo una piedra de Pounamu (la piedra sagrada en Nueva Zelanda), tallada por él y me dijo que no me la quitase nunca.

¿Qué te ha aportado este viaje?


Muchas cosas. Entre otras, a disfrutar y valorar un poco más las cosas. Me ha aportado momentos muy bonitos que nunca olvidaré y emociones muy fuertes. Es verdad que cuando vuelves después de haber vivido una experiencia tan fuerte, se hace un poco extraño vivir de nuevo el ritmo de la vida de la ciudad. Y sin querer, a menudo, hago comparaciones, quizá eso no sea demasiado constructivo. Pero he aprendido de ellos a valorar más a las personas y a creer más en la gente. A veces tengo la sensación de que en España somos un poco desconfiados.

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“Es verdad que cuando vuelves después de haber vivido una experiencia tan fuerte se hace un poco extraño vivir de nuevo el ritmo de la vida de la ciudad”.

Cuál es el próximo destino que ronda por tu cabeza.

Últimamente he estado pensando en hacer lo mismo pero en España. Hay un montón de gente que me dice que el viaje que yo hecho solo se puede hacer en un sitio como Nueva Zelanda, pero sinceramente, yo creo que no es verdad; que se trata más de la actitud de uno mismo que del viaje en sí. Yo creo que los españoles somos gente muy amable y hospitalaria, y me gustaría contarlo a través de mis historias.

 

19th enero, 2016 |